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07/31/2024 | Press release | Archived content

Del empoderamiento a la desigualdad: las disyuntivas de la selección basada en la comunidad


Los líderes de las organizaciones locales saben mucho sobre la gente de sus comunidades, incluidos sus niveles de riqueza y necesidad. Eso a menudo les permite distribuir recursos, como fondos contra la pobreza, de manera más eficiente que las burocracias lejanas.

Pero cuando los miembros de la comunidad deben decidir en función de criterios múltiples y difíciles de verificar, las cosas se ponen turbias. Por ejemplo, en el caso de programas de préstamos subsidiados, ¿cómo deben concederse? ¿Se les conceden a quienes tienen un buen historial crediticio, a quienes tienen proyectos más productivos o a quienes están saliendo de un momento difícil? Pedir a los dirigentes locales que ofrezcan préstamos basándose en criterios potencialmente subjetivos no solo es complejo, sino que puede dar más protagonismo al uso de relaciones personal para la asignación de recursos y al favoritismo en detrimento del bienestar comunitario.

En un estudio del BID publicado en el Journal of the European Economic Association, mi objetivo era examinar la eficacia de la asignación local del crédito subvencionado del programa Million Baht en Tailandia, uno de los programas de microfinanciamiento más grandes del mundo. El programa, que comenzó en 2001, proporcionó a cada pueblo tailandés un millón de baht (unos US$24.000 a precios del año 2001) para préstamos que serían gestionados y distribuidos por un comité local conformado por miembros electos de la comunidad.

Las relaciones personales son importantes

Los comités de los pueblos podían conceder préstamos a los hogares más necesitados, a los más solventes o a los que tuvieran las empresas más productivas. Pero no hicieron nada de eso. En la práctica, asignaron los créditos de forma desproporcionada entre los hogares que tenían vínculos con los comités. Utilizando datos detallados del Townsend Thai Project, que realiza encuestas mensuales a hogares de los pueblos tailandeses, observé que los hogares con un buen historial crediticio o con negocios productivos no se veían favorecidos y que los hogares más pobres tenían menos probabilidades de recibir préstamos.

Eran los bien conectados los que tenían ventaja. Los hogares con vínculos económicos con la élite política (miembros del gobierno local) eran 20 puntos porcentuales más propensos a recibir préstamos del programa, incluso después de tener en cuenta las diferencias en materia de productividad, incumplimiento de deuda, historial y pobreza. Buscando confirmar que este resultado estaba relacionado con el favoritismo, comparé las condiciones de crédito (monto y tasas de interés) que el programa concedía a los hogares bien conectados con aquellas que esos mismos hogares obtenían de otros prestamistas del sector privado. En comparación con lo que tenían que afrontar con otros prestamistas, quienes tenían buenas conexiones obtuvieron préstamos mayores y más baratos por parte del programa local. En cambio, los hogares sin vínculos clave obtuvieron préstamos en condiciones similares con todos los prestamistas.

El papel de los mercados informales

Los mercados informales tuvieron un efecto atenuante, aunque solo parcial. Los préstamos entre hogares aumentaron a raíz del programa, ya que los hogares bien conectados actuaron como prestamistas y los hogares sin conexiones aumentaron en un 30% sus préstamos, a menudo de familiares. Aun así, estos préstamos de las redes informales locales se obtuvieron a una tasa de interés anual promedio del 14%, el doble de la ofrecida por el programa.

Al final, el favoritismo provocó ineficiencias a nivel productivo y social, tanto en términos de crecimiento como de equidad. Un análisis contrafactual para el estudio revela que la eliminación de la ventaja basada en las relaciones personales hubiese, por un lado, aumentado el PIB local en un 2% y, por el otro, reducido la desigualdad en un 9%, revelando los costos reales en un sistema en el que priman los vínculos personales.

Equilibrar el empoderamiento de las comunidades frente a un enfoque más centralizado para la asignación de recursos

Queda pendiente la cuestión de qué se puede hacer al respecto. En el mejor de los casos, los enfoques comunitarios pueden aprovechar el conocimiento local para dirigirse a los más necesitados. Pero permitir que los líderes comunitarios tomen decisiones sobre quiénes se benefician de los programas sociales también puede introducir sesgos y favoritismos, ya que sesgan las selecciones a favor de quienes los benefician a ellos y a sus redes. Y esto es especialmente cierto, ya que a la hora de conceder préstamos deben sopesar múltiples criterios.

Aunque no son lo panacea, las reglas de selección más sencillas y centralizadas, como las pruebas indirectas de medios de vida (PMT, por sus siglas en inglés) o las calificaciones de crédito, podrían eliminar el trato especial a las personas bien conectadas. Sin embargo, dichas reglas podrían ser demasiado rígidas y excluir a personas necesitadas y merecedoras de la ayuda. Y, según el estudio, debido a que los hogares con un mejor historial crediticio suelen además ser más ricos, eso podría también aumentar la desigualdad. En esta disyuntiva, no está nada claro que el camino correcto sea abandonar el enfoque basado en la comunidad para seleccionar a los prestatarios. Pero sí podría mejorarse sustancialmente. Un mejor diseño del programa que permitiera a aquellos hogares que no pertenecen a la élite participar directamente en el proceso de supervisión o verificar que estén recibiendo la parte que les corresponde de la ayuda gubernamental, podría marcar una gran diferencia. Y dado que la participación en organizaciones comunitarias tiende a ser mayor entre los hogares más privilegiados, las iniciativas en materia de políticas públicas para integrar a los hogares más pobres en dichas organizaciones también podrían ayudar a garantizar una implementación más justa e inclusiva de los programas sociales, sin sacrificar la responsabilidad económica.