11/05/2024 | Press release | Distributed by Public on 11/05/2024 11:18
Aura, una mujer migrante venezolana que vive en Bogotá, sólo pudo contar con el tiempo para estudiar a sus 68 años. Cuando era joven, tuvo el anhelo de cursar la carrera de comunicación social en la Universidad Central de Venezuela. Sin embargo, tres meses después de graduarse de educación media, se casó y el plan de volverse una profesional se pospuso.
"Yo no había pensado en estudiar, porque no había tiempo para eso: me casé a los 16 años, y me la pasaba entre criar hijos y trabajar para no depender de nadie", cuenta esta abuela con 21 nietos.
Después de ser cabeza de hogar durante varios momentos de su vida y trabajar en talleres de costura, restaurantes y entidades públicas en Venezuela, Aura llegó a Colombia para visitar a su hijo en una Navidad. Al darse cuenta de las jornadas de trabajo largas y extenuantes de su nuera vendiendo tintos en las calles, decidió quedarse viviendo en Bogotá para dedicarse al cuidado de dos de sus nietos.
Fue así como, sin planearlo, Aura se volvió una de las 8.6 millones de personas que realizan actividades de cuidados directos no remunerados en Colombia. Dos terceras partes de esta población son mujeres (67,7%). En comparación con las mujeres que no realizan este tipo de actividades, las mujeres cuidadoras disponen de 41 minutos menos al día para educación. Al comparar con los hombres, tienen 2 horas con 15 minutos menos para el trabajo remunerado, según el estudio 'Tiempos de cuidado, las cifras de desigualdad' del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) y ONU Mujeres de 2020.
Esta situación se refleja en que, por ejemplo, de las niñas y mujeres entre 10 y 24 años que brindan cuidados directos en Colombia, casi el 66% no estudia, sino que se dedica exclusivamente al cuidado, trabajo remunerado u otras actividades. Esta cifra supera en casi 20 puntos porcentuales a los hombres en la misma edad que ya no estudian. Además, se ha encontrado que el abandono escolar de las mujeres ocurre a edades más tempranas por la distribución desigual de estos trabajos.
Para las mujeres migrantes hay más desafíos. De acuerdo con un informe del Observatorio Colombiano de las Mujeres de 2022, el 65,6% de las mujeres migrantes están en nivel básico de formación. Sin embargo, las dificultades que enfrentan para homologar sus títulos hacen que disminuya sus oportunidades de educación y empleo.
Frente a esta problemática, la Alcaldía de Bogotá diseñó las Manzanas del Cuidado, un modelo innovador de integración de servicios que se centra en el bienestar de las personas cuidadoras, mayoritariamente mujeres. Al mismo tiempo, benefician a niños, niñas, personas con discapacidad y adultas mayores.
Adicionalmente, este modelo fue concebido para que sus participantes puedan caminar a las Manzanas durante apenas 30 minutos. Su relevancia consiste en que los servicios se prestan simultáneamente a cuidadoras y a quienes requieren apoyos para redistribuir las cargas de cuidado, de modo que se puedan atender las necesidades de las mujeres, como educación, bienestar, generación de ingresos, entre otros.
Con recursos de la cooperación técnica no reembolsable, el BID apoyó la implementación de un programa piloto de fortalecimiento de las Estrategias de Educación Flexible, dentro del Sistema Distrital de Cuidado. Para su implementación, se eligió a la manzana de cuidado de Los Mártires. En esta zona de la ciudad, cerca del 76,1% de los hogares están en situación de pobreza multidimensional y tienen jefatura femenina. Además, más de la mitad de las mujeres trabajan en condiciones de informalidad, según un informe de la Secretaría Distrital de Integración Social de 2021.
Durante los primeros años en Bogotá, los días de Aura transcurrieron en el apartamento donde vive, en la localidad de Los Mártires y, únicamente salía para llevar a sus nietos al colegio. "Tú cuidas a los niños, pero ¿quién te cuida a ti?" le dijo una funcionaria pública en un evento. Enseguida, le recomendó inscribirse a las Estrategias Educativas Flexibles de las Manzanas de Cuidado de la ciudad.
El proyecto piloto tuvo dos componentes: por un lado, cuidado directo para niños y niñas de 0 a 13 años; por el otro, acompañamiento pedagógico a las mujeres cuidadoras vinculadas a las EEF. El componente de cuidado directo contó con un equipo de cinco profesionales: dos trabajadoras sociales, una psicóloga, una pedagoga y una enfermera que atendió a niños y niñas durante el desarrollo del proyecto. La programación de las sesiones se realizó de manera flexible y concertada con las mujeres cuidadoras para reducir sus cargas.
Principalmente, las sesiones de cuidado se estructuraron de acuerdo con tres estrategias: literatura, arte y juego. Las técnicas contribuyeron a desarrollar en las niñas y los niños habilidades motrices, sociales e interpersonales, así como cognitivas. Estas actividades del piloto no se planearon como una continuidad de las jornadas escolares, sino como espacios para el potenciamiento de capacidades, la recreación, la socialización y la adquisición de herramientas para transformar las relaciones y las prácticas cotidianas a favor de su bienestar.
Para la replicabilidad y escalabilidad del piloto, el equipo adecuó materiales lúdicos, pedagógicos y terapéuticos. También, elaboró 17 guías operativas para el fortalecimiento de habilidades de autocuidado, cuidado y protección. Además, se desarrollaron sesiones de retroalimentación con las cuidadoras e intercambio de conocimientos sobre la crianza.
Mientras tanto, el acompañamiento pedagógico a cuidadoras incluyó tres líneas de atención: talleres temáticos, refuerzo escolar presencial y escolar virtual. A la vez, involucró a un equipo de tutoras comunitarias, habitantes de Los Mártires y conocedoras del contexto de vida de las cuidadoras. Este proceso contribuyó a reforzar las capacidades y habilidades para el aprendizaje de las participantes, mientras liberaban tiempo de cuidado de los niños y las niñas. Como dice Aura: "Nosotros estamos aprendiendo y ellos [los niños] están aprendiendo. No se está perdiendo el tiempo; lo estamos ganando. El tiempo de ellos tiene valor como el de nosotros [las cuidadoras] también tiene valor".
Por último, se incluyó el diseño de una metodología especial para fortalecer las estrategias de enseñanza que se utilizan en las Manzanas de Cuidado con mujeres adultas y población LGBTQ+. Esta metodología se construyó con docentes de instituciones educativas distritales e incluyó una caja de herramientas con guías prácticas para el desarrollo de talleres de refuerzo en el aprendizaje de distintas asignaturas, así como en habilidades blandas y digitales. Estas herramientas también fueron útiles para los profesores, dado que les permitieron adaptar sus planes de clases según los intereses y hábitos de aprendizaje de las participantes del programa.
Adicionalmente, debido a que algunas mujeres migrantes atendidas por esta manzana de cuidado no habían logrado regularizar su estatus migratorio, mediante el acceso al Permiso Especial de Permanencia (PEP), con el apoyo del BID se realizó una articulación con Migración Colombia para guiarlas con este trámite.
Omaira, participante de la iniciativa, dice que uno de los motivos para trabajar en la lavandería de la manzana de cuidado es que le permite cultivar un nuevo proyecto de vida al servicio de la comunidad. Con su nuevo empleo, ella ayuda a que las cuidadoras no dediquen largas jornadas a lavar ropa a mano y, con ello, liberan tiempo para ellas.
Más allá de que este tiempo sea dedicado a estudiar, es clave que las cuidadoras se enfoquen en cómo lo invertirán en el futuro, pues esto marca su motivación para seguir con su proceso educativo y la búsqueda de oportunidades laborales como le sucedió a Omaira.
Para Gisela, migrante venezolana y participante del programa, es necesario que se promuevan actividades que les permita a las cuidadoras reflexionar sobre otros roles. "Para mí esta experiencia de la educación flexible fue de empoderamiento de las mujeres, para que no se limiten al cuidado, sino que puedan estudiar y explorar diferentes opciones en sus vidas", comenta.
Las experiencias de Aura, Omaira y Gisela resaltan la importancia de las estrategias de atención que ponen en el centro las necesidades, el bienestar y el proyecto de vida de las cuidadoras en América Latina. Modelos como las Manzanas de Cuidado y otras estrategias integrales representan un camino promisorio para impulsar el crecimiento económico, cerrar las brechas de género en la educación y el mercado laboral, así como garantizar el derecho a cuidar y ser cuidado.