07/22/2024 | Press release | Distributed by Public on 07/22/2024 09:07
En las últimas décadas, el mundo ha vivido una serie de eventos extremos: desde periodos económicos de recesión hasta inestabilidad política, conflictos sociales, terrorismo y guerras; crisis sanitarias, como la pandemia de COVID-19 y plagas; y desastres naturales, como terremotos, inundaciones, huracanes, sequías y olas de calor.
En cuanto al último punto, la frecuencia de los fenómenos naturales extremos es cada vez mayor y en gran parte esto se atribuye al cambio climático. Debido a su geografía y a sus condiciones socioeconómicas, América Latina y el Caribe (ALC) es considerada como una región altamente riesgosa frente a eventos de este tipo. Allí, más del 50% de la población pobre vive en zonas de alta vulnerabilidad climática, y en países como Guatemala, Bolivia y Honduras, esta cifra incluso supera el 80%.
¿Cuál es el rol del sector salud frente a este tipo de crisis? ¿Y cómo lograr sistemas de salud resilientes? Esta fueron algunas de las preguntas que guiaron el último Diálogo Regional de Política del BID, en el que responsables políticos y tomadores de decisiones de la región se reunieron para revisar y discutir las mejores prácticas y los desafíos para la construcción de sistemas de protección social adaptativos.
Cuando se produce un fenómeno extremo, la demanda de servicios de salud se incrementa debido a lesiones, intoxicaciones, efectos en la salud mental, entre otras consecuencias. La población que se desplaza para escapar de dichos eventos se enfrenta a hipotermia, problemas cardiovasculares y complicaciones en el embarazo y parto, y los niños y niñas menores de 5 años se encuentran entre los más vulnerables. La escasez alimentaria, el origen de nuevos focos infecciosos y la propagación de enfermedades virales, e incluso el aumento de la prevalencia de condiciones crónicas, agravan el panorama -más aún en contextos económicos adversos.
Así, la oferta de salud se ve afectada por efectos directos de un shock. Por ejemplo, en Perú, en el terremoto del 2007, 11 establecimientos quedaron completamente destruidos. En México, en 2017, se reportaron 129 estructuras afectadas, lo cual afectó la disponibilidad de camas, equipos, medicamentos y centros aptos para la atención médica. Por otra parte, el personal de salud sufrió lesiones, además de restricciones para movilizarse a los centros médicos.
Para atender y enfrentar futuras crisis es necesario trabajar desde una estrategia integral centrada en la proactividad en lugar de la reactividad. De esto se trata la Protección Social Adaptativa, que busca incorporar la gestión de riesgos de desastres y la política de adaptación al cambio climático a las acciones de protección social. De este modo, se busca promover una respuesta anticipada, rápida y efectiva antes, durante y posterior a los eventos, además de una transición general hacia un estilo de vida más sostenible.
Para ello se requiere garantizar un financiamiento adecuado y la creación de marcos institucionales que soporten estas intervenciones. En este sentido, 10 países de ALC ya han publicado una estrategia financiera para la gestión de desastres, entre ellas Ecuador, Honduras, Panamá y Perú.
Construir un sistema resiliente requiere de un proceso que considera seis frentes (ver figura):
i) el liderazgo y la gobernanza de los responsables de diseñar e implementar políticas,
ii) el personal sanitario,
iii) los sistemas de información sanitarios,
iv) la infraestructura y productos médicos para la atención,
v) los programas de prestación de servicios y vi) la financiación.
Para proteger a la población ante futuras crisis es necesario establecer las bases para lograr un sistema de salud resiliente. Esto conlleva grandes desafíos e inversión, pero resulta obligatorio tomar la decisión política de empezar a construirlo.
Algunos países tomaron esta decisión, como México, Chile y Brasil, frente a emergencias causadas por desastres naturales o sanitarios, como el caso de la pandemia. Por ejemplo, en México, luego del terremoto del 2017, el Gobierno activó planes y protocolos de respuesta previamente diseñados. Cada centro de salud se preparó para la recepción masiva de personas afectadas: se suspendieron cirugías programadas, se derivó a casa a aquellos pacientes que podían continuar con sus cuidados de forma ambulatoria y se trasladaron pacientes en cuidados intensivos al área de hospitalización. El objetivo era liberar espacios para recibir a los afectados de urgencia de forma rápida y segura.
En Rio de Janeiro, Brasil, durante la pandemia de COVID-19, se activó el Centro de Operación de Emergencia con el objetivo de tomar decisiones basadas en evidencia, oportunas y estratégicas. Crearon y fortalecieron sinergias entre actores e instituciones que impulsaron el intercambio de información constante sobre la población, enfermedades, condiciones externas del área y demás. Esto, les permitió diseñar planes de contingencia sólidos y mitigar riesgos relacionados a eventos extremos incluso hasta la fecha.
¿Como fortalecer los sistemas de salud para garantizar una atención adecuada y oportuna frente a los choques? Lecciones aprendidas de múltiples crisis y en distintos lugares del mundo indican la ruta a seguir:
Los sistemas de salud cumplen un rol crítico en época de crisis: tienen el poder de mitigar los riesgos, recuperar y proteger la salud integral de la población. Si bien existen retos que deben ser analizados en cada contexto, existe una gran oportunidad para transformar la estructura actual de la salud en la región. Construir desde esta visión será fundamental para lograr sistemas de salud resilientes y sostenibles.