ILO - International Labour Organization

08/12/2024 | Press release | Archived content

Retos y oportunidades: El futuro del trabajo juvenil en América Latina

  • Juan Jacobo Velasco
    Oficial Senior de Información Laboral de la OIT para el Cono Sur

La transición hacia la postpandemia impactó con fuerza a los trabajadores de América Latina, sobre todo a los más jóvenes. Para el año 2023, la tasa de desocupación de los jóvenes entre 15 y 24 años fue tres veces superior a la de los adultos, mientras que su tasa de ocupación fue 21 puntos porcentuales menor. Además, la tasa de informalidad de los jóvenes en la región ha sido 1,3 veces superior a la de los adultos, lo que revela brechas de empleo, participación e informalidad, junto con varias otras dimensiones de la calidad de empleo, que son permanentes y estructurales, pero que se exacerban durante las crisis, como la del COVID-19.

A esta realidad se suman otros desafíos para los jóvenes que no participan en el mercado laboral. Por cada tres jóvenes que trabajan, uno no estudia ni trabaja remuneradamente. Esta situación tiene un fuerte sesgo de género: dos tercios de los jóvenes que no estudian ni trabajan son mujeres que, en su mayoría, se dedican a tareas de cuidado dentro de sus hogares, prácticamente sin posibilidad de acceder a un trabajo remunerado.

Detrás de estas cifras existen factores estructurales que afectan la calidad e inserción laboral de los jóvenes. Las políticas para facilitar su inserción laboral son escasas, en parte porque los jóvenes tienen limitadas posibilidades de organización.

Esta falta de una voz organizada les impide influir en la elaboración de políticas y en los cambios institucionales. Además, como muchos jóvenes de la región ingresan al mercado laboral de manera informal, suelen permanecer en esa condición a lo largo de su vida productiva, lo que implica menores ingresos y condiciones de trabajo precarias.

Además de los desafíos actuales, América Latina enfrenta un inminente cambio demográfico. En las próximas cuatro décadas, las personas mayores de 50 años serán mayoría en la región. Este cambio se debe a decisiones personales y familiares que afectan la natalidad. Estas decisiones impactan en cómo los jóvenes prospectan su vínculo con los sistemas productivos formales, y si esa relación será continua o esporádica.

La transición demográfica también repercutirá en los sistemas y tiempos de cuidado, que tradicionalmente recaen en las mujeres. Sin embargo, una mayor conciencia entre los jóvenes sobre la necesidad de equilibrar el uso del tiempo entre hombres y mujeres podría cambiar esta dinámica. Además, la rápida evolución de las nuevas tecnologías marcará a esta generación. El dilema entre integrarse al mercado laboral utilizando estas tecnologías o ser desplazados por ellas será crucial para el futuro de los jóvenes.

Otro desafío es la motivación, particularmente de aquellos más pobres, que no perciben en el mundo laboral oportunidades suficientemente viables. La capacidad para motivar a estos jóvenes a participar laboralmente será determinante para la estabilidad en la región.

Esta generación de jóvenes es pivotal, ya que está redefiniendo el futuro del trabajo. Por ello, es urgente priorizar acciones para apoyarlos. Las empresas tienen un rol clave para el presente y futuro del empleo juvenil, y su inversión en este grupo es vital para generar mejores negocios y contribuir a la paz social.

El apoyo de las organizaciones de trabajadores y empleadores para darles una voz a los jóvenes, se vuelve crucial. A su vez, la inversión en la institucionalidad y en políticas laborales, como son los sistemas de aprendizaje que faciliten e incentiven la inserción de los jóvenes al mercado laboral, seguirán teniendo un creciente impacto positivo en las economías y sociedades de América Latina, en la medida que mejoren su calidad y escala.

Finalmente, el diseño de los sistemas y políticas de cuidados, en un contexto de transición demográfica y redefinición del uso del tiempo, será esencial para la relación de los jóvenes con el mercado laboral, en particular para las mujeres. Un fuerte diálogo social, que aborde desafíos como la creciente gravitación de las nuevas tecnologías y su impacto en el empleo, será indispensable para garantizar un futuro laboral inclusivo y con más trabajo decente para los jóvenes.